La muerte clavó sus garras
dentro de sus entrañas,
fuera, lloraba sangre
por el filo de la espada.
Cayeron la nubes negras,
la muerte las esperaba,
las esperaba la muerte
cuando la sed avanzaba.
Tomó por lecho la arena,
y por almohada las tablas,
fueron callando las horas
sobre su esfera de escarcha.
Aquella rosa de lumbre,
sobre su lomo clavada,
le iba arrancando la vida
dentellada a dentellada.
Perdió la imagen de luces,
con banderillas clavadas,
cuando el último suspiro
le abrió la puerta a las lágrimas.
Ya rotos los velos negros,
cuando el gentío aclamaba,
solo un jirón de la muerte
quedó colgando en la espada.
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