A la vera de las aguas
van los álamos del río,
van dando palmas en verde
para no sentir el frío.
Y las yerbas de la orilla
son temblor y desvarío
cuando la brisa se arrastra
por la ausencia del estío.
De la paz y del sosiego
se empolvorienta el camino
que va cortando la tarde
en parsimonia y olvido.
El sol muere en la montaña
dejando rayos perdidos
que saltan sobre las aguas
como un enjambre de brillos.
Los álamos, a la vera,
echan garra a su destino,
susurran rumores verdes
a todo el que quiera oírlos.
Y bajo el puente de piedra
sigue nadando el río
con lentejuelas doradas
de calor humedecido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario