Hoy recuerdo aquellas mieses
que desafiaban al viento,
aquellas siestas de estío,
con las moscas del silencio.
Recuerdo las gentes toscas
cuando roncaban durmiendo,
sentados en la miseria,
con las hoces en el suelo.
Recuerdo los bueyes tristes,
aferrados al esfuerzo,
llevando carros de paja
sobre el yugo de mis sueños.
Recuerdo aquel perro flaco
que se acercaba a mi asiento
para gustar las migajas
que sobraban de mi asueto.
Hoy me encuentro, aquí sentado
degustando los recuerdos,
de mi niñez, que se ocultan
en las cortinas del tiempo.
Aquí, sentado a la puerta,
que encierra mis pensamientos,
los niños del alboroto
me recuerdan que voy viejo.
Y este reloj que no para,
que me arrastra por el tiempo
me recuerda, a cada hora,
que pronto seré un recuerdo.
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