Silencio espeso en la tarde,
ya solo hablan las navajas,
y corren fríos los aires
a un requiebro de hojas malva.
Sudor en perlas que tiene,
la frente, como mortaja,
navajas que van y vienen
asidas a las miradas.
Silencio espeso en la tarde
que la muerte mira y calla
y espera tras los puñales
el sabor de las gargantas.
Se arrastran pasos al polvo
con destellos escarlata
y un puño vestido en oro
lleva la punta de plata.
Silencio espeso en la tarde,
solo un ay suena en la plaza
y el horizonte se expande
con la sangre derramada.
Las nubes, que callan, arden
contra el cielo recostadas
y el sol se esconde aquel martes
por no ver las puñaladas.
La muerte viene con hambre,
la presa yace en la plaza,
lleva seis rosas de sangre
prendidas a las solapas.
Solo el silencio se vierte
con la vida que se escapa
y poco a poco se cierne
la noche sin madrugada.
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