Hoy quisiera comulgar con alegrías,
escuchando ruiseñores mañaneros,
mas solo oigo los silencios tempraneros
y este cáliz solo tiene sangre mía.
Me recorren hoy la espalda, los temores,
como espinos con los pinchos de la duda
y las gotas de mi sangre, por menudas,
tejerán parterres granas de mil flores.
No hallo lágrimas que puedan mitigar
estas noches de la oscura incertidumbre
ni hallo lámpara que, hoy día, aquí me alumbre
donde vine este amor a mendigar.
Se troncharon los claveles y las rosas
y sus pétalos sembraron mi amargura
con las manchas encarnadas de locura
que tapizan estas horas dolorosas.
Hoy sangrante, el corazón pierde la vida,
que va en goteos a lo largo del sendero
y hace rastros que bordean mis linderos
recordándome lo abierta que es mi herida.
No he de hallarte, estoy seguro, vida mía,
y sentado en mi ventana sin cristales,
meditando en este amor hecho retales,
moriré poquito a poco cada día.
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