La punta…
la hoja afilada,
-acero forjado en lunas-
el guardamonte y el puño,
tu puño sobre la espada.
La escarcha…
el trozo frío de cielo,
el mar turquesa de hielo,
esos ojos,
tu mirada…
Mátame…
Clava tu espada en mi pecho,
y, en mi corazón, la sangre
que brote, que tinte el suelo,
aprieta tu puño y mátame
que en desamores me muero…
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