Dejé a tus pies el rostro de mi duda
como una ofrenda que hago ante mi diosa
y al lado aquellos pétalos de rosa
que, de marchitos, hoy mi amor desnudan.
Hacéis, amada mía, que aquí acuda
con tanto amor que llevo, niña hermosa,
prendido, aquí en mi alma, y que rebosa
buscando entre tus manos pronta ayuda.
Dejad que pose el viento en vuestros labios
y haced, con él, suspiros amorosos,
lanzadlos como un soplo hacia los besos
y asirlos fuertemente en estos versos,
que luzcan como versos primorosos
salidos de las manos de los sabios.
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