POEMARIO DE CALVARED

Poemas inéditos de Carlos Danoz
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miércoles, 24 de febrero de 2010

MI SANGRE ES PARA USTED…

Mi sangre es para usted, si es lo que pide
y el alma, mis entrañas y mi vida.
Señora, yo le doy lo que me pida
mas nunca pida usted que yo la olvide.

No olvide que este amor desesperado
no entiende de razón o normativa
y él vive, y vivirá mientras yo viva,
sufriendo el haber sido abandonado.

¿Qué sed es la que seca ahora estos labios?
¿Qué espina me traspasa el corazón?
¿Qué noche la que aviva la traición
y vuelca sobre mi tantos agravios?

¿Qué sombra la que oculta sus enredos?
¿Qué río es el que arrastra tanto daño
y vuelca sobre el mar del desengaño
las aguas que escaparon de mis dedos?

No muero pero siento que estoy muerto,
que el aire me envenena los pulmones
y entierra sin piedad las emociones
agónicas que son ya en mi un desierto.

Le di cuanto pidió y cuanto me pide
le doy, aún mis entrañas y mi vida,
pero, ay Señora mía, no me pida,
jamás me pida usted que yo la olvide.

viernes, 19 de febrero de 2010

MAS ALLA DE MIS HORAS...

Mas allá de mis horas tan absurdas,
rendido a las urdimbres de los sueños,
en blondas de las noches más oscuras
respiro de las luces del recuerdo

y cuento entre las cuentas de los tiempos
agónicos retrasos y premuras,
oleajes de los mares que de lejos
arraigan su salitre en mi cordura.

Oleajes de los mares de amargura
que arrastran a mis playas hiel y tedio
y mojan las arenas de locura
igual que sordos gritos de silencio,

igual que las luciérnagas del cielo
que reptan universos sin fisuras
y mueren como mil millares de ojos
abiertos que se ciegan en la altura.

Ya libre en este viaje de ataduras
seré como esos pájaros de ensueño
que vuelan, suben, bajan y se ondulan
dejando entre sus trinos sus recuerdos.

Seré como la hierba del invierno
pisada y que recobra su apostura
silbando primaveras a sus miedos
y huyendo del verano con premura.

domingo, 14 de febrero de 2010

SEÑORA MIA

Sois mi meta , mi destino,
mi futuro a perseguir
donde nadie ha de impedir
el avance en mi camino,
pues juré, yo, vida mía,
en momento inoportuno,
que no seréis de ninguno
si no pudierais ser mía.

Y cumpliré el juramento,
os lo juro ¡Vive Dios!
que solo vivo por vos
y es por vos este tormento
que me taladra la sien
y me dice en la distancia
que en fina copa se escancia
la venganza del desdén.

Por vos nace, mi señora,
este corazón ardiente
como en surco la simiente
que germina por la aurora
y que, por vos, solo vive
a pesar de la corriente
que en este río de gente
tantos amores le exhibe.

Sois señora mi bandera,
mi armamento y mi armadura,
de mi espada empuñadura,
de mis flechas fiel arquera,
de mi mente el pensamiento
de mi sed el agua pura
y el recuerdo que perdura
como eterno embrujamiento.

Sois el alma de la mar
de las olas blanca espuma
sois los labios de la bruma
que me vienen a besar
en las tardes del estío
y que dejan en mi frente
el amor que de occidente
se transmuta en desvarío.

Mi señora, esta locura
que se ahonda en soledades
no consigue hallar verdades
que se forjen en cordura
ni consigue hacer camino
más allá de mi horizonte
donde tras el agua afronte
las murallas de mi sino.

Hoy, amada mía, vengo
para haceros confesión
de mi amor, que el corazón
es lo único que tengo,
nada más puedo ya daros,
que no sea la promesa
que en el alma llevo impresa,
de mi vida para amaros.

Sois mi meta y mi destino,
mi pasión y mi alegría
sois el pan del hambre mía
de mi sed sois el buen vino
y, del árbol abnegado,
sois el fruto que madura,
y que cae desde la altura
en silencio y con agrado.

Es por esto, bien amada,
que he venido a confesaros
que de amor muero y de amaros
muere mi alma desgastada.

jueves, 4 de febrero de 2010

DE MI CALLE SE APAGARON LOS SONIDOS…

De mi calle se apagaron los sonidos
en el manto silencioso de la noche.
A lo lejos los rumores de algún coche
y muy cerca, entre mis manos, tus gemidos.

Arropados por la luna y por las aguas
convertimos una noche en un momento
y en las manos de la aurora un pensamiento
batallaba al almidón de tus enaguas.

No escapaste de la siembra de los labios
ni del sueño del oscuro ofrecimiento
que manaba de este corazón sediento
como mana el arte de los dedos sabios.

Nos perdimos en la gloria de un instante
tras echar el ancla en laxitud ardiente
y el instante aquel de amor concupiscente
se adentró en las sombras del placer pujante.

Bajo una luna riente en menguante plata
se callaba el mar y en su rumor volvía
y su blanca lengua que en la sal vivía
también vivía en tu mirar de gata.

Entendí la vida dentro de un segundo,
perdí mi sueño a los gritos de un ensueño
y entonces supe que, siendo esclavo o dueño,
sería siempre la noche de tu mundo.

Ya en mi calle renacieron los sonidos
desde el manto silencioso de la noche
y a lo lejos los rumores de algún coche
me rescatan el momento del olvido.