Hay rebelión de violines
bajo la noche estrellada,
al fondo una línea incierta
bajo los pies solo el agua.
El frío corta los gritos
de hielo en finas tajadas
y un manto de soledades
lleva la muerte mojada.
Sucumbe con la tragedia
una impotente esperanza
que halla la paz en las olas
peinando rizos de escarcha.
Mueren los gritos helados
sobre la mar que los calla,
las almas viajan de noche
a lomos de las guadañas.
Neptuno, que abre sus fauces,
engulle en la noche amarga
los cortinajes del lujo
y las miserias más bajas.
Ya solo queda un recuerdo
que vive en dos coordenadas,
aguja negra en un mapa
y un cementerio en el agua.
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