¿Recuerdas aquella tarde?
El sol herido de muerte
empapaba algodones de sangre
a lomos del horizonte
y las olas coreaban
entre risas
nuestros besos
luciendo sus blancos dientes
mordaces y juguetonas.
Dos palabras resbalaron
por el aire,
como un ligero vuelo,
como una mariposa
de alas silentes y nerviosas
que volando entre arabescos
despertaba nuestras almas.
“Te quiero”
Y el viento, rapaz helada,
las arrancó para arrastrarlas en su seno,
para llevarlas a la salida de la realidad más cruda,
por donde luego perdí tus huellas
hace tantos años…
Y ahora, de nuevo, aquí,
solitario,
hundido en la maraña de recuerdos,
respiro nuevamente aquella imagen,
y sobre los puzles de la arena,
tus huellas se despiden entre las aguas voraces
donde nunca más has resurgido.
Desde algún lugar
sé que me miras
y que libas de mis lágrimas,
surcos inocentes
de este deseo imposible…
Se que las aguas son tus ojos
profundos, enamorados…
Y ahora, de nuevo aquí,
desde mi soledad hiriente,
otra vez te traigo aquél “Te quiero”.
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