Este desasosiego me corroe,
insufla un viento de temores a mis días,
y alumbra mi camino
con destellos de agonía.
Este desasosiego me atenaza
entre sus garras contumaces.
Se acercan por la bruma
los fantasmas de las lágrimas.
El corazón roto,
que palpita alocadamente,
sufre la compulsión del miedo
y la noche se transforma.
Sus visillos, de estrellas mudas,
caen como amenazas
ahogando el llanto que se oculta
en las horas inciertas…
Una luna, fría y distante,
atisba, como una mueca,
la desesperación sobrevenida,
se alza en vigía de las sombras,
en guardiana de temblores imprecisos.
Las rosas, mustias, callan…
… enmudecen en el olvido
y pierden su perfume
por entre los sortilegios de los lirios.
Un manto triste me acomete
y me arrastra a la negrura
por desconocidos senderos…
La lobreguez de mis desvaríos
tambalea mis convicciones
al borde del abismo…
Tu huella magnetiza mi suicidio
y, por su camino, yo camino de su mano
al porvenir perdido,
al futuro de las sombras chinescas
que transforman mis delirios,
a la perdición,
al final de mi existencia…
Y, ya perdido,
deambularé entre la niebla,
hacia mi horizonte de imprecisas pinceladas,
deshauciado de alegrías
y muriendo poco a poco a cada instante,
muriendo, entre tus recuerdos,
hastiado,
abatido,
agotado…
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