Va avanzando la arboleda,
caminando sobre armiño,
atrás se quedan las huellas
con medallones de frío.
La calle luce desierta
un blanquecino vestido,
ventanas que yacen muertas
se han aferrado a sus vidrios.
Aroma de leño ardiente
se extiende como un vestigio
por el aire de poniente
que se niega a ser vencido.
Y los colores se ocultan
bajo ese blanco capricho
por donde al alba pululan
miles de copos benditos.
No existen tejas ni rojos
ni verdes por el camino
ni silencio en los rastrojos
que sea herido de trinos.
Cuando la noche derrumba
a la tarde, sin sentido,
se ocultan en las penumbras
trazas de blanco perdido.
Nacen historias al fuego
de cuentos que no han nacido
y que queman sobre el suelo
todo un pasado perdido.
Y afuera aquel sueño blanco,
que permanece dormido,
clavado en su calendario,
de los diciembres ambiguos.
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