martes, 18 de septiembre de 2007
LA CALLE
Mira esa calle que repta
bulliciosa la colina,
que se pierde en arboledas,
que se aleja y que se olvida.
Mira esos autos que rugen,
esas gentes que trajinan…
y esas casas asomadas
con sonrientes marquesinas…
¡Cuántos secretos se duermen
en portales y en esquinas…!
¡cuántos amores se pierden
por la noche y por el día…!
Y esas luciérnagas de mástil
que bordean la avenida,
mudos testigos enhiestos
que nos miran desde arriba.
Son como estrellas que lucen
en fugaces compañías,
acosadas de neones,
que se ríen y que brillan.
Escucha el rugir de la noche
silenciosa que nos grita…
y escucha con qué cadencias
cabalgan allí las prisas…
Murióse allá la paciencia
que ya nadie resucita,
y pululan los deberes
que arañan la luz del día.
Escucha el sonido sordo
del silencio cuando grita…
y el rumor que lleva el auto
arrastro por la avenida.
Mira la calle que duerme
retozando y que se estira,
vacía de sus sonidos,
cuando alumbra la colina.
Las horas cuentan despacio
buscando la luz del día,
son relojes descarados
que caminan y caminan…
Y el sol escribe sus sombras
en las losas desvaídas
y calienta despertares
en los ojos que aún dormitan.
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