Amaneces como un ojo omnipresente,
asomado tras cortinas de turquesas
y acaricias con tus manos luminosas
esa magia de una hechura tan temprana.
Te aproximas caluroso en bienvenida,
con tus nuevas en doradas cabelleras
y se rinde ante tus pies esta mañana
agitando la hojarasca verdigualda.
Hoy, al verte, te presiento cual caricia
de unos labios de entreabiertas primaveras
que se posan en un beso misterioso
de placeres en recónditos sentidos.
Hoy presiento esos tus dedos en las mieses
y el aliento que, dorando las espigas,
hace el pan del alimento que mañana
será el centro deseado en nuestras mesas.
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