Tus lágrimas
riegan el huerto de mi pena
y surcan entre espinos
la senda de un pasado aún cercano.
En la urdimbre del recuerdo
yaces tú, amada mía,
asida a la red de mis silencios.
Este yo que ya no es yo
decapita sus palabras
y vomita la mudez de sus miradas
intentando ver lo que no ve
porque aquello que antes era ya no es.
Y así, raído de aparejos y cadenas,
seguiré en andares solitarios
haciendo garabatos por la vida
que me arrastra
hacia el confín de mi existencia.
Se secarán tus lágrimas
con la llama del olvido.
y mi huerto marchitará sus penas
durmiendo en el barbecho
de una nostalgia deslucida.
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