Surgiste de la sombra
con el puñal en la mano,
la mirada perdida en la noche oscura,
los labios apretados
y la sonrisa olvidada.
Me cogiste de sorpresa,
mi corazón estalló en su agonía,
caí de bruces ante la diosa de mis sueños
y perdí la sangre tibia
que hizo regueros a tus pies.
Mis quimeras se rompieron de repente,
se fugó la sonrisa de la luna
y las estrellas se apagaron en sus trozos.
El cielo se reía de mi suerte
cuando el puñal entraba en mis entrañas
y tus nudillos blancos apretaban,
y apretaban…
Mi vida se fue escapando entre suspiros,
entre lágrimas saladas,
entre incrédulas certezas
y rodó por las tinieblas
aquella imagen de mis sueños
hasta desvanecerse en un adiós,
en un injusto adiós inmerecido…
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