La tarde pisa la esquina.
Con su huella primorosa
llora en silencio la rosa
atada sobre la espina.
Pierde luces vespertinas
el día, entre tantas cosas,
cuando en su llanto las rosas
se aferran a sus espinas.
Que cuando el día termina
la noche viene y me acosa,
en sus sombras, esta odiosa
ausencia con sus espinas.
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