Corre el tiempo en arabescos
por la blanca porcelana,
y en los números de bronce
va dejando huella el agua.
Soles de oro que murieron
al ocaso en mi ventana
son ahora los recuerdos
de la vida que se marcha.
Caen las horas, por el cauce,
agitadas cuando pasan.
En relojes indolentes
van al trote las mañanas.
Y, al llegar al mar de olvido,
margaritas deshojadas
llorarán presas en mármol
cabizbajas, marchitadas...
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